En SINTIK, nos encontramos todos los días con compañeros y compañeras que, a pesar de ser talentosos y comprometidos, sienten que no están a la altura. ¿Alguna vez sentiste que tu éxito se debía a la suerte? ¿O que tus logros no valían tanto porque en el fondo piensas que no eres suficientemente bueno en lo que haces? Eso tiene un nombre: síndrome del impostor. Y es mucho más común de lo que creemos.

¿Qué es el síndrome del impostor?
Este síndrome es un patrón de autosabotaje. Nos lleva a dudar de nuestras capacidades y a convencernos de que somos un fraude, aunque tengamos experiencia y formación. Si algo nos sale mal, lo usamos como prueba de que no servimos. Si algo nos sale bien, lo atribuimos a la suerte. En lugar de reconocer lo que sabemos y lo que hemos logrado, nos llenamos de dudas.
Este fenómeno fue identificado en los años 70, cuando se pensaba que afectaba principalmente a mujeres con altos niveles de rendimiento. Hoy sabemos que puede tocarnos a cualquiera, sin importar género, ocupación o nivel de experiencia. Nos puede pasar cuando nos ofrecen una promoción, cuando iniciamos un nuevo proyecto o incluso en situaciones personales como la crianza de nuestros hijos.
¿Cómo lo enfrentamos?
Primero, reconociendo que este síndrome existe. Después, trabajando en nuestro autoconocimiento. Es muy útil hacer una lista con nuestras fortalezas y talentos. ¿Qué hacemos bien? ¿Qué valoran los demás en nosotros? Si nos cuesta identificarlo, podemos pedirle a personas de confianza que nos lo digan. A veces, la mirada externa es necesaria para romper con nuestros propios prejuicios.
También sirve repasar nuestros logros, uno por uno. Recordar desafíos que enfrentamos y superamos, aunque hayan sido pequeños. Cada paso cuenta y suma a nuestra historia. Tener esta lista a mano y releerla en momentos de duda puede ser un ancla para volver a la confianza.
Otra herramienta poderosa es recordar cómo superamos momentos difíciles en el pasado. Seguramente ya atravesamos situaciones donde sentimos que no podíamos, y sin embargo salimos adelante. ¿Qué hicimos entonces? ¿Qué recursos usamos? Revivir esas experiencias nos fortalece.
Y algo clave: preguntarnos qué le diríamos a un amigo o una amiga que se siente como un fraude. Seguramente le hablaríamos con empatía y respeto. ¿Por qué no hacer lo mismo con nosotros mismos?
En el próximo artículo de SINTIK, veremos cómo dejar de compararnos y empezar a avanzar.