En los periodos más exigentes del año, cuando el trabajo se acumula sin tregua, hay una trampa en la que caemos casi sin darnos cuenta: creer que la solución es simplemente trabajar más. Alargamos jornadas, eliminamos pausas, nos quedamos después de hora. En esta primera parte, revisaremos tres errores comunes que solemos cometer cuando estamos con el agua al cuello.

1. Trabajar más, sin cuestionar nada
Es el primer impulso. Hacer más. Pero si no cambiamos la forma de trabajar, lo más probable es que el exceso nos hunda. A veces el problema no es la cantidad de tareas, sino cómo las estamos abordando. Trabajar sin pausa puede parecer compromiso, pero también puede ser desorden disfrazado de productividad.
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2. Hacer todo, sin priorizar
No todo es igual de urgente ni importante, pero cuando estamos agobiados tendemos a hacer lo primero que aparece, lo más fácil o lo más ruidoso. Perdemos perspectiva. Intentamos cumplir con todo, en vez de decidir con criterio dónde poner nuestra energía. Y eso, tarde o temprano, se nota en la calidad del trabajo y en nuestro ánimo.
3. Planificar poco (o nada)
Muchas veces avanzamos a la deriva, apagando incendios, sin mirar el mapa completo. Planificar parece un lujo cuando el tiempo escasea, pero en realidad es una necesidad. Dedicarnos unos minutos a ordenar lo que viene puede evitar horas de desgaste innecesario.
La clave no siempre es hacer más. A veces es parar, observar y decidir mejor.
En la próxima parte de esta serie de SINTIK, hablaremos de otros errores que solemos cometer, esta vez no por exceso de acción, sino por falta de revisión, pausa y cuidado personal.